Hay músicos colegas que lo han llamado El Bob Dylan de América Latina, pero Andrés Calamaro se autodefine como “un músico casi callejero, bien educado en las artes”.
Lo dice aún sorprendido de saber que la versión cumbia de su tema “Mil horas”, que hace años interpretara la Sonora Dinamita, fue un suceso en México.
La noticia de que su canción, grabada en 1983 junto a una de sus agrupaciones, Los Abuelos de la Nada, penetró “en lo más popular del corazón de México”, le causa gran regocijo por reiterar entonces su postura de ser un “artista del pueblo, y de la música”, en un país que no es el suyo (Argentina), y en el cual, curiosamente, nunca ha ofrecido un concierto.
Sin embargo, Calamaro tiene un cariño especial por México: Su “hermana” Hebe, y su sobrino Juan, así como su compadre, el músico Guillermo Briseño, son mexicanos; además de haber compuesto el tema “Estadio Azteca” (junto a Marcelo Scornik), que apareció en el disco Juntos por Chiapas.
Pero su relación con nuestro país no queda ahí: El cineasta Daniel Gruener lo busca para hablar sobre el tema que grabará con Julieta Venegas y Martirio, para la película Morirse en domingo.
Y es que Calamaro significa no sólo uno de los cantautores clave en la historia del rock argentino, es también un artista de culto en la música hispana, en donde también escribió una página con su ex agrupación Los Rodríguez.
Otra prueba del arraigo popular de Andrés fue el homenaje que recientemente le rindieron figuras como Joaquín Sabina, Los Fabulosos Cadillacs (se reunieron sólo para esa canción), Julieta Venegas, Diego Torres, Pericos, Los Auténticos Decadentes y León Gieco, entre otros, en los dos álbumes titulados Calamaro querido! Cantando al salmón, en el que se hacen suyos algunos de los temas más conocidos del argentino.
En entrevista vía correo electrónico, Calamaro comparte con EL UNIVERSAL el significado de la palabra popular en su música, del tributo que le rindieron sus amigos y colegas y de su unión con México.
—¿Cuál es la importancia que le da el artista a un homenaje como el de ‘Calamaro querido! Cantando al salmón’, en el que se reunieron, incluso, algunos de sus amigos más cercanos?
—Le doy la mayor de las importancias y la emoción... Es perturbador porque es una de las cosas más bonitas que nos puede pasar a un músico... casi callejero, pero bien educado en las artes, como yo.
Todos esos músicos tan importantes juntos y grabaciones tan buenas son un grandísimo elogio, cumplido, y me lo tomo como algo personal, con mi mayor gratitud y humildad.
—¿En qué momento llega dicho homenaje, lo considera prematuro, idóneo para la etapa que vive Calamaro, o un poco tardío?
—Tengo que aceptarlo ahora... Sé que algunos de mis discos más hondos son desconocidos en la mayoría de los países del ancho mundo... La mayoría de mis grabaciones son desconocidas para tanta gente, incluso en mi propio país querido... Pero me siento bendito por el calor del pueblo y por el respeto de mis colegas más ilustres.
—En ese mismo sentido, ¿cómo percibe Andrés Calamaro su influencia dentro de la música latina?
—Bueno... no lo sé... durante mucho tiempo trabajé ajeno a la difusión universal... No sé quiénes habrán escuchado mis discos, pero, desde ya, les doy las gracias... La música latina es tan grande, tan amplia, tan generosa, académica y popular... Ojalá que el rock sea parte de la mejor música latina alguna vez.
—¿Por qué el público mexicano no ha podido disfrutar, hasta ahora, de un concierto suyo? ¿Sabía que en México la versión en cumbia de ‘Mil horas’ fue muy popular?
—No, no lo sabía y me alegro tanto de saberlo, ¡por fin! México es la gran cultura de América.
“Me gusta mucho la cumbia y también los géneros y subgéneros de nuestro continente, además estoy atento a las raíces hispanas del rock and roll americano, y de los colores de la música americana... Por lo tanto es un honor enterarme de esta hermosa noticia, ¡una de mis canciones ha calado en lo más popular del corazón de México!”.
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