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05.12.2007 | 18:01
Andrés Calamaro
El Salmón concretó la fase pop de su masterplan: volvió a encantar alas masas con las grandes melodías de “la lengua popular”. Por Oscar Jalil. Fotos de Fernando Gutiérrez.
Andrés Calamaro
El plan es perfecto: apogeo, caída y renacimiento. Un guión soñado o, tal vez, la novela de iniciación para amigarse con aquel rock argentino que en otros tiempos peleaba en la frontera de lo permitido. Por fin un final feliz, o al menos una historia con desenlace abierto y presente jugado en el área de promesas. Como los poetas del tango, Andrés Calamaro sufrió en carne propia el destino de las palabras que lastiman y vuelven frágil hasta al guerrero más curtido en epopeyas románticas. Si el retorno fue una larga operación de curitas pegadas en el corazón, con discos compartidos, canciones ajenas y unos cuantos shows para no olvidar, La lengua popular ordenó el tablero como una obra abierta a los géneros que regulan el gusto de la mayoría. Una figurita difícil para el rock arrogante y clasista, pero casi natural para El Salmón en su afán por trabajar la canción y su adhesión instantánea.
Las pruebas están a la vista, y Andrés no hace otra cosa que disfrutar la primavera de los 46 como padre primerizo, hombre enamorado y atento receptor de la secuela que deja a su paso. En su página oficial escribe casi a diario. Desde la incorrección del ego ofrece retratos mínimos, reflexiones picantes, hojas de ruta musicales y provocaciones a sus admiradores y detractores. Una delicia para acortar distancias y debatir en silencio las obsesiones del observador comprometido. La misma práctica se traslada a la acción directa cuando Calamaro accede a repasar el 007 de su vida. Como es su costumbre, la mayor parte de la entrevista se concreta por mail. Y el reporte del Comandante Ranchito (su nombre de guerra online) decreta, algo caótico: "Se terminaron los acordes de George Thorogood... Ya pedí mi delivery... no es que no pueda cocinar... Sigamos y prosigamos, se agradece. El Anuario debería estar íntegramente dedicado a ZZ Top en sus primeros años, la época pre MTV... y dejarse de jodas". Con semejante declaración de principios sólo, me queda rastrear los discos de los peludos de Texas o cantar "envido" con nuestra estrella del año: Pomelo.
"Me río mucho con Peter Capusotto", dice Calamaro. "Es lo mejorcito del rock nacional, además tiene una selección de música enlatada de primera. La otra noche vi «Sweet Dreams» en vivo por Roy Buchanan… ¡que e-motion, imaginate! Al mismo tiempo es el Spinal Tap argentino. Para mí, la autoironía, reírse de uno mismo (y de todo lo posible) es importante, es sano y fundamental. Reírse de los músicos no es difícil, porque nos morimos ahogados en nuestro propio vómito, nos deprimimos incluso siendo ricos y famosos, nos creemos más importantes de lo que somos, o menos importantes. Además es una catarsis para el ciudadano vulgar, muerto de asco".
A cada pregunta o requerimiento, Andrés responde al instante, exige que hablemosde música, "de música de verdad o de temas adultos como ropa, buenos alimentos o instrumentos". Está bien, pero la urgencia de sus reclamos marcan un tiempo importante de conexión y reacción a través de internet, una fijación en la letra chica de foros de opinión como el de esta revista y blogs donde se cocina la corriente alterna de los vengadores anónimos: "Yo creo que el nuevo deporte nacional es escribir en la INTERNEUSTAD para insultar a alguien. La gente está tan llena de mierda que opta por las malas noticias, los desastres y por inventarse que alguien está sufriendo, o es asquerosamente feliz, para sentirlo como un triunfo enfermo de sí mismo... ¡Qué asco! Respeto mucho la opinión de los demás, pero algunas más que otras, la mayoría vale menos que la basura que tiramos. Esa [basura] por lo menos da de comer a muchas familias. Además, ¿qué audiencia tiene un blog o un foro? ¿Cuántas personas leen una revista? ¿Qué importancia tiene una crítica publicada en la misma página que el análisis diario del rating de «Soñando por un baile»?".
–En la redacción de RS existe la teoría de que ingresás a la web de la revista con un alias para opinar sobre temas diversos…
–No miro esos comentarios, alguna vez llegué a la página y me sorprendió el nivel de agresión que tiene la gente que escribe comentarios… ¡y lo boludos que son! Pero nunca contestaría a esa clase de público. Nunca le contestaría a nadie sin saber quién es, qué edad tiene, qué discos escucha.
–Radiohead puso su nuevo disco en Internet y dejó que cada cual le pusiera un precio para bajarlo. ¿Qué pensás de este tipo de medidas?
–Los Radiohead hacen lo que quieren: un día tocan en una iglesia, o cambian el repertorio todas las noches, o tocan en una universidad. Lo del último disco parece un negocio muy bueno, porque ellos cobran directamente esa voluntad sin intermediarios y creo que promedian mucho más que un royalty corriente. Al mes venden el disco, su soporte físico, en todo el mundo.
Andrés no reconoce que La lengua popular sea su auténtico regreso. Con un año de vida, El palacio de las flores significó mucho para esa enorme minoría que festejó la unión entre Calamaro y Nebbia, pero todavía quedan muchos que no entendieron el beat indomable de un disco lleno de frescura perdida. " El palacio… tiene un repertorio celestial; si cantamos cualquiera de esas canciones en un teatro, sería un éxtasis general. ¡Es un disco grabado con Nebbia! Y eso no necesita más explicación, es un éxito,un logro de media vida. Aquellos que no entiendan el valor que tiene grabar un álbum con Litto… que tiren mis discos. Me da vergüenza tener un público así, pero no me persigo suponiendo nada, hay más gente gozando con esas canciones que leyendo esta revista. «Punto argentino» y «Mi bandera» deberían cantarse en las escuelas. «El tilín del corazón» va a ser una canción importante dentro de cincuenta años. Es un disco de gourmet, respetable, maduro, armónico… un orgullo. Pero tampoco me interesa andar explicándoles mis discos a los boludos que leen Rolling Stone."
En fin... Volviendo al presente lingual y popular, Calamaro hará una presentación multitudinaria en el Club Ciudad, el 15 y 16 de este mes. Dice estar "sorprendido y conforme con la banda nueva, descubriendo arreglos, feeling y estilo". De ahí salta al regreso de Soda Stereo: "Me gustaría haberlos visto. Siempre vi a los Soda, desde La Esquina del Sol hasta el River de la desintegración. No pienso en la psicosis, ni en el volumen del negocio o el marketing. Asimismo creo que lo podían haber hecho perfectamente sin tanto revuelo comercial ni publicitario, es decir, aunque todo colabora a engordar el ganado, podían convocar idénticas multitudes sin el aparato empresarial. Tampoco estuve atento a esa necesidad de volver a los hits de los 80. Artísticamente, creo que tiene que haber sido muy bueno, siempre sonó grande y épico, es un muy buen trío". Y de ahí a sus gustos de la temporada: "Amy Winehouse, un iPod cargado de R&B, Calle 13, Almafuerte, una campera de Marc Jacobs, un pañuelo de calaveras de McQueen... siempre me compro música, también me la bajo gratis, y veo series buenas y compro dvds cuando estoy de viaje. Perdí la cuenta de las cosas que me gustaron este año. Todo lo que escuché, lo que leí, lo que vi... todo me gustó, lo que no me gusta no lo registro y para mí no existe".
Después de tanto mail, queda un encuentro pendiente y el Cantante propone "un bar finoli" cerca de su casa. El lugar sugerido es la confitería Nucha, en Cerviño entre Oro y Kennedy, "enfrente de la puerta de atrás de la Rural". El vive ahí nomás del Rosedal, en un moderno piso que comparte con Julieta Cardinali y la pequeña Charo.
Al llegar, Calamaro da un apretón de manos a la vieja usanza y, sin mediar pregunta, arranca hablando de la próxima visita de su colega español Loquillo: "El Loco tiene orgullo, instinto de supervivencia, capacidad de debate, lee y escribe, fue capaz de presentarse armado en la oficina de una discográfica que no lo apoyaba con una canción que denunciaba torturas, es elegante, se hace los trajes a medida, sabe que es una estrella de rock, es respetuoso de valores como la amistad y la familia. Yo creo que lo que tiene el Loco lo tienen muy pocos en España, y en Argentina también. Antes lo tenían los tangueros, en los 20 y en los 30".
–¿Y en los 40 no?
–Ah, vos sos de los que creen que la década de oro fue la de los 40…
–Por los mejores letristas, orquestas y cantantes.O esa seguidilla de los cantantes de Troilo: Fiorentino, Floreal Ruiz y Marino.
–En los 40 mandan las orquestas. Tanto mandan las orquestas que el cantante es un instrumento más. Cuando hicimos El cantante hablamos mucho, mucho sobre cuestiones culturales, musicales, de orígenes, de raíces, con Javi Limón y con Niño Josele. Básicamente del gaucho y del tango. La figura del gaucho, pero llevada a un nivel cultural y poético por José Hernández y Atahualpa Yupanqui. La figura del gaucho tiene otras lecturas. El análisis que hace Jorge Lanata del gaucho no es menos cierto, es menos romántico. Pero en aquellas charlas el gaucho era lírico y aparecía pintado por Atahualpa.
–¿Y el tango?
–Y los tangos... como repertorio celestial. Para nosotros, tal vez una de las últimas gratas expresiones del tango es la de Roberto el Polaco con Juanjo Domínguez..., los dos acorralados por las circunstancias sociopolíticas y económicas. Las grabaciones que rescató, editó, recopiló Melopea. Litto. Y en esas grabaciones descubrimos, primero, un estilo de tango de guitarra, que después de las décadas del 40 y del 50 no se había reconstruido. Para hacer El cantante, con el tango y el gaucho, frente al flamenco, si yo les ponía la grabación de la orquesta de Troilo no entendíamos nada, porque eran dos minutos de marejada instrumental y al final aparecía el cantante cantándome la mitad de la letra. En cambio, las grabaciones estas que publicó Litto, ésas fueron nuestras influencias.
–Tus últimos años estuvieron signados por la protección de productores y de la Bersuit…
–Fue una linda época con la Bersuit. Todo este masterplan… En un principio, estaba eso en la cabeza de Gustavo [Cordera], hasta Cosquín y después el Luna Park. Pero después los chicos me pidieron quesiguiera tocando el resto del año. Y tocamos en España tres veces y el cierre a fin de año. Y el año siguiente lo empecé grabando con Litto. Estuve con Javier [Limón], luego con Litto y después con Cachorro [López], porque no sentí que tuviera energías para diez o doce horas agarrando el timón, que es lo que hace un productor. Litto, Javier y Cachorro viven en su propio estudio. Estudios que construyeron desde abajo. Y si no están grabando mi disco van a estar grabando otro disco. Si yo no hubiera grabado con ellos, no hubiera grabado ningún disco, ésa es la diferencia.
–¿Y vos no te ves como productor de otro?
–Sí, me gustaría producir a un artista que pueda grabar su disco en dos o tres días. Como los buenos músicos de jazz y tango.
–Se cumplieron veinte años de la edición del primer disco de Don Cornelio y de "Yo te avisé" de Los Fabulosos Cadillacs, una etapa bastante prolífica que tuviste como productor...
–Yo venía de mi reunión anual con Gustavo [Santaolalla] y Aníbal [Kerpel], con muchas ideas y ganas de grabar. Además, el estudio era un refugio donde envenenarse en paz, por así decirlo. Fue una grabación extraordinaria, tomamos lsd, estábamos muy comprometidos con el sonido, todas las letras eran muy buenas. Estábamos poniendo toda la carne en el disco de Don Cornelio. Ese es un discazo.
–¿Y el disco de los Cadillacs?
–Ellos no querían sonar mejor ni peor, sólo querían que los entienda y los defienda en el estudio. Fui a un ensayo y no pude menos que estar de acuerdo con su convicción. Fueron muy buenos compañeros, ´67rabamos en ion de noche… y volvíamos de madrugada caminando por Pueyrredón, como los cueveros de La Perla del Once. Ese año también produje a Los Enanitos Verdes, con ellos me comprometí igual, aunque tenía que vigilar cada detalle... Además generé éxitos que permitieron a mis compañeros vivir dignamente de la música.
El mozo, que no tiene mas de 18 años, pide dos autógrafos, uno es para él. El Cantante accede, mira a los ojos del fan y el corte de tiempo parece acomodarse a los movimientos de una vieja película argentina. Ni él ni yo sabemos dónde nos quedamos, si en sus tiempos de productor o en esa cinta abierta que es la memoria Calamaro: tocó con todos, y si no tocó estuvo ahí, en el lugar donde pasaban las cosas. "Yo tocaba con Héctor [Zeta Bosio] antes de que se forme Soda, cuando Soda empezó a existir yo estaba en la casa de los padres de Zeta en San Fernando… Me hubiera gustado que los Soda me inviten a cantar una canción. Un detalle fraternal, un poco de humanidad."
–¿De dónde lo conocías a Zeta?
–Alguien me llamó para tocar en un grupo de covers, de versiones, que se llamaba The Morgan, y ahí estaba Héctor. Tocamos en Feliz domingo, en Canal 9.
–Pero vos en esa época ya tocabas en Raíces...
–Sí, había tocado en Raíces, había grabado un disco. El año que viene va a hacer treinta años. Nos escribimos casi a diario con Beto Satragni, que vive en un pueblo de pescadores cerca de Montevideo. Lo que pasa es que el fin de los 70 era una época en la que yo creo que había dos caminos para un músico: no te quedaba otra que encabezar una resistencia (por ejemplo, hacer heavy metal o punk) o te atabas a hacerte el músico y curtirte como músico para ganar esos mangos para comprarte un XR o un afinador, que era lo que yo hice. Después de Raíces toqué con Los Plateros, hice un fin de semana una suplencia en Industria Nacional cantando "Un día de paseo en Santa Fe". Incluso ya estaba tocando en Los Abuelos. En los 70 yo era un músico muy nuevo, muy cachorro, pero había otros pianistas más consagrados en el ambiente que me pasaban el cambio, los laburos que ellos no podían tomar, uno de los cuales era Alejandro Lerner. Alejandro me prestó un piano Rhodes para tocar en Raíces, en el teatro Cómico, me lo trajo en su Citroën 2 cv.
–Ya desde esa época eras un tipo sociable…
–Tengo mala fama de ser un músico demasiado sociable. No sé dónde fue, en la Rolling Stone, el Indio medio me vaciló con esto de que soy un músico con muchas novias, incluso Gustavo [Cerati] también. No sé, hay muchísimos músicos que no conozco, no voy a ver todos los conciertos, casi no escucho música en castellano, hay gente que me gusta respetar, hay gente que redescubro. Yo siempre fui aficionado al rock y vale la pena tener paciencia, tener humildad suficiente para poder disfrutar como un oyente de la música que hace otro colega.
–¿Con Spinetta te sucede lo mismo?
–El Flaco siempre se rodeó de músicos, como desde hace treinta años con Tommy Gubitsch, o hace veinte años con el Mono Fontana, hace diez con Guille Arrom, o con Cardone, o con Javier Malosetti. Yo en este momento me siento un poco intimidado por la figura del Flaco Spinetta, pero estoy queriendo romper ese cerco y transformarlo en cercanía, ir a visitarlo y tomar unos mates y llevarle algo de regalo. Creo que con Spinetta todos nos sentimos un poco culpables, porque para todos en Argentina los primeros cinco o diez discos de Spinetta son sagrados y son intocables, entonces nos sentimos culposos, creemos que no podemos decir lo mismo de sus últimos discos. Y eso yo lo entiendo, a mí me molesta muchísimo cuando me pasa. Mi propio público más fundamentalista quiere enfrentarme con Honestidad brutal, con El salmón, incluso con mis grabaciones inéditas. Entonces hacen competir el disco que grabé con Litto contra Honestidad…, o La lengua popular con El salmón, y a mí me resulta intolerante, entonces yo entiendo que el Flaco se haya cerrado y que no quiera participar en un colectivo que le sigue aplaudiendo todavía el disco de Almendra o Desatormentándonos. El está tocando acá desde que el rock existe, y muchas veces llevó sobre su espalda el peso entero del rock, de la poesía, de la estética, del sonido, de la forma de cantar. Las esperanzas poéticas y estéticas de todo el público, ¿no? Finalmente, a finales de los 70 él mismo empieza a buscar un lenguaje más jazzístico dentro del pop.
–Amigos no te faltan: el video de "Carnaval de Brasil" te define a partir de tus afectos…
–Qué lindas alianzas con Vitico y con Cachorro… La idea técnica, el simular un plano secuencia, eso es idea de Claudio Divella [el director]. Finalmente encontró la locación, que es La Catedral del Tango, uno de los lugares favoritos de Oski Righi, de la Bersuit. Está en Sarmiento y Medrano. Es un lugar enorme que alguna vez fue un frigorífico, o eran unos silos, pero no se ve desde la calle. Desde la calle se ven unas escaleras nada más, pero es un lugar muy grande. Cuando encontró ese lugar, Claudio además le agregó la vuelta, es decir un plano secuencia en 360°. Me explicó un poco cómo era la idea, me hizo una suerte de demo con imágenes de cine publicitario que él había hecho en Brasil. Incluso me mostró la idea cuando todavía no sabíamos cuál era la canción, estábamos dudando entre "Mi gin tonic", "Los chicos" y "Carnaval de Brasil". A último momento hubo un clamor empresarial y popular por "Carnaval de Brasil". Nos juntamos un día en el estudio de Claudio, a pensar en voz alta a quién podíamos llamar y para hacer qué cosa, hay veintipico de cuadros. Vicentino para director de orquesta era nuestra segunda opción, porque el actor Julio Chávez no contestaba, no vino. Jorge [Lanata] y Cecilia [Roth] contestaron inmediatamente que sí, pero tenían que viajar al extranjero y son los únicos que grabaron un poco antes. Pero la interpretación que le dio a la canción Claudio es estupenda. Las personas las elegimos entre los dos, pero la interpretación que él le da es muy buena. Al principio, yo no puedo encontrar la inspiración porque estoy agobiado en una escena familiar que recuerda a ¿Qué hice yo para merecer esto?; soy Carmen Maura, por eso no puedo sentarme a escribir una sinfonía. Inmediatamente después está Jorge haciendo de Barton Fink, que no sabía qué escribir, hasta que su propia conciencia, su otro yo se desdobla y le narra al oído; Vicentico no empieza a dirigir la orquesta hasta que no le cae el florero en la cabeza, y fijate que el Cupido y su flecha son unas de las auténticas musas, el Cupido es un dealer, o la soledad, o coches, la guitarra en el ropero. Se supone que las musas son griegas y son nueve en realidad. El Cupido tiene una flecha y le pega accidentalmente a King Kong. Está muy bien, quiso que sea un carnaval del arte y del cine. Vicentico es el director de orquesta pero es un poco el rey pordiosero que encarna él en vivo. Somos amigos con Vicentico, nos vemos todas las semanas, con su familia, con los míos.
–La letra rompe el mito de la inspiración…
–Realmente al árbol de las canciones, también conocido como inspiración, un par de veces le arranqué todas las manzanas, y cuando no quedaban manzanas las hojas para hacerme ensalada, y después el tronco para una balsa. Confieso que alguna vez estuve a la deriva, en esa tremenda libertad conceptual dedicada a ese momento y a esos momentos non sanctos que es El salmón. Igual sigo pensando que son pocos los que demostraron haber escuchado El salmón. Sé que Pity, sé que el Indio, escucharon.
–¿Grabaste en el nuevo disco del Indio?
–El que grabó fue el infalible, y amistoso, Señor Gama Alta, yo sólo fui para bendecir la actitud de cariño y respeto de Pescadas y Gama, fruto, seguramente, de correligiones, noblezas y cosas que decir. Indio grabó aquella incendiaria versión de "El salmón" el año pasado, y fue (y será) un instante de gloria permanente para mí y para Scornik [autor de la letra]. El pueblo lo vivió con emoción y entusiasmo, y nosotros más. Tocamos el cielo con los esfínteres.
–Los coros de la Bersuit te van a acompañar en estos shows. ¿Seguís conectado con ellos?
–Siempre, mayormente a través de Oscar Righi. Desde nuestros primeros días de colaboración fraternal, supimos que teníamos cosas en común. Quizás un antiguo tipo de varón que somos. Con el Pelado no hablamos seguido porque él emigró a Punta del Este y mi celular no tiene cobertura médica. No sé qué hay que discar para hablar a Uruguay, pero me gustaría tener alguna clase de contacto con él, aunque sea por amistad y porque seguro tiene siempre algo interesante que decir. Aunque los solistas somos tres veces lamentables, podemos estacionar nuestro ego y escuchar lo que tengan para contarnos los demás cantantes.
–No hablamos nada de tu paternidad…
–Ser padre, como ser hijo y espíritu santo, no me hace distinto de los demás. Seré un desalmado pero no me veo escribiéndole canciones a mi hija y llorando; sin embargo puedo cantarle cosas y conseguirme una sonrisa… Mi vida siempre fue una vida buena desde mi infancia, siempre viví en la abundancia de algo: libertad, creación, amistades, música, recitales, bacanales, arrabales. El amor, entre otras cosas, es el disolvente del caos. Es el amor o saltar de un tren en movimiento. Y hay que tener madera para cualquiera de las dos cosas