“En tu arte” publica regularmente entrevistas a grandes músicos realizadas, para la revista El Biombo, por la escritora y periodista Cecilia Flachsland y el músico Osvaldo Padrevechi.
Entrevista a Andrés Calamaro
Acababa de salir el disco "Alta suciedad" que lo popularizó como solista. En esta entrevista exclusiva realizada por la revista El Biombo en 1997, Andrés Calamaro demuestra que más allá del tiempo, del lugar y del mercado, mantuvo siempre una línea de pensamiento cultural y un compromiso artístico que es la clave de la atracción emotiva de su obra.
1997. ANDRES CALAMARO
“Las canciones no hablan, las canciones piensan, y a veces sobre cosas que todavía no pasaron”
Compuso alguna de las mejores canciones del rock nacional. En unos pocos minutos musicales es capaz de generar ese chispazo llamado belleza. De ellos está lleno su último disco, “Alta Suciedad”, que lo trajo de vuelta como solista después de cinco años de convivencia musical con Los Rodríguez”. El rocker con cara de Dylan habló sobre los avatares de ser famoso y sobre los músicos argentinos. Palabras más, palabras menos esto fue lo que dijo.
Está enojado con un paparazzi que le “robo” una foto y huyó en una camioneta como si fuera un delincuente. “Yo no salgo con una modelo famosa” dice Calamaro en tono de protesta, “y siempre que tuve algún problema, le hice frente, no me escondí”. Su condición de rockero masivo lo volvió atractivo para los flashes de las revistas de la farándula. El lo sabe y se indigna. Basura de la alta suciedad. Sin embargo, busca la forma de negociar con esa incomodidad. Llama a la revista dueña de las fotos, y le propone un canje: les concede una entrevista a cambio de que no publiquen las imágenes. El rock ya no es tan inocente.
Mientras tanto, en las radios suena una y otra vez el tema “Flaca” una canción casi perfecta, de esas que se pegan a la piel y nos siguen a todas partes. En esta primavera, su último disco, Alta Suciedad, el quinto que hizo como solista, se editará en España. Allá, Calamaro, armará su nueva banda. Todavía no sabe sin con músicos argentinos, españoles o de ambos países. No habla mucho de Los Rodríguez, pero da a entender, que al menos por mucho tiempo, quedaron fuera de juego.
En el hall del aristocrático hotel Plaza Francia – prácticamente Hotel Calamaro desde que el músico eligió para ahí y convertirlo en su receptoría-, conversó con El Biombo largo y tendido. Llegó vestido de “punta en negro” (pantalón negro, saco negro, pullover negro, zapatos negros, anteojos negros). “No me siento a tomar un café con un hombre que no se reconozca como mujeriego. Todos los hombres queremos que nos vean pasar por al calle y que digan de nosotros: eh ahí va un auténtico mujeriego”. Comentó en un tramo de la nota. Habló con una jerga surcada de españolismos y giros poéticos, y concluyó cada una de sus frases con la pregunta retórica “¿no?”. “"Las canciones no hablan, las canciones piensan y a veces sobre cosas que todavía no pasaron…..” reflexionó.
¿Por qué paras en un hotel cuando venís a Buenos Aires?
¿En qué otra parte voy a vivir? Todavía no tengo mi casa y como suelo venir por dos o tres semanas a trabajar, no tengo tiempo de buscar una. Aparte, me gusta que me den de comer todos los días, y que me laven la ropa. No me molesta dormir en hoteles. Por otro lado, estar en un hotel en Buenos Aires tiene una ventaja: sé a donde ir cuando salgo del hotel. No es como cuando estoy en un hotel en otra ciudad.
Elegiste un hotel ubicado en la Recoleta, un barrio aristocrático...
La verdad es que no sé si en la Argentina existe una verdadera aristocracia. Mi infancia la pasé en Barrio Norte, que no queda tan lejos de acá. No sé si es mi geografía favorita de Buenos Aires, pero es uno de los lugares más lindos de la ciudad. A mi también me gusta Palermo Viejo, donde viví muchos años. Ahora está un poco reciclado . Quiero decir: mucha arquitectura de bajo perfil-, pero me sigue pareciendo de los mejores barrios . Tal vez volvería a vivir allí. Aunque últimamente cuando voy tengo al impresión de que está todo muy húmedo, debe ser la humedad de principio de siglo.
En una nota titulada, “La Torre de la canción”, que escribiste en el suplemento Radar del diario Página/12 decías que en esa torre estaba Goyeneche con cara de Chabela Vargas. ¿Con cara de qué te ves vos?
Para mí existen una serie de paralelos entre distintos músicos, no sé si son invisibles o transparentes. Por ejemplo entre Goyeneche y Chabela Vargas, a quien conocí en Madrid. Tienen algo en común: voces rotas y esa cosa de ser siempre contemporáneos. Siempre se recuerda al último Goyeneche y a la más reciente Chabela Vargas. También creo, por citar otro caso, que Luca era una especie de Bob Dylan disfrazado. No quería que se den cuenta que era un intelectual, por eso disimulaba lo culto que era. El disimulaba lo que a Petinatto le interesa enaltecer. Y también era muy autentico, y se mezclaba con la gente de la calle (igual que Dylan, que se pierde y nunca se sabe donde está). De ahí que se cuenten tantas historias de Luca en Buenos Aires, son muchas para los pocos años que estuvo. El era culto y auténtico por partes iguales.
A vos también te comparan con Dylan…
Si, pero mas que nada por los anteojos (aunque con él tengo algo de judío en común). Pero, la foto por la que me comparan ni siquiera la saqué yo. En todo caso, habría que acusar al fotógrafo de plagio. El fue quien plagió una cara.
¿Te consideras un rockero “intelectual”?
No soy un auténtico intelectual. No soy ni siquiera un buen lector. En las canciones creo que hay una especie de subintelectualidad. Quiero decir: nuestro trabajo es físico y está dentro del sonido, no estoy seguro que el oficio de músico sea un oficio intelectual. Yo no trabajo pensando en que las letras tengan un rol importante. Es una faceta que todavía no he aceptado del todo, y no son muchos los músicos que lo han hecho. Ahora mismo, en este aspecto, reconozco a Joaquín Sabina en un escalón superior.
Con él te unen algunas cosas, por ejemplo una visión desencantada del amor…
No sabemos lo qué es realmente el amor. Por eso, me parece mejor entenderlo unido a la pasión y al sexo. Cuando uno usa la palabra amor tiene que reconocerse irremediablemente como un mentiroso. El amor no puede entenderse exclusivamente de forma sentimental. Tampoco puede ser sólo ese vínculo pectoral que nos une o nos separa de otra persona. Yo creo que lo que suele llamarse amor es sólo una parte de la lógica de la amargura.
¿Cuándo escribís una canción de amor estás pensando siempre en alguna mujer?
No son necesariamente mujeres quienes aparecen en las canciones. Si mis canciones las escucha una mujer, se convierten en canciones escritas para un hombre. La primer persona es el que escucha la canción, no él que la canta. Yo canto en primera persona, pero ustedes escuchan en primera persona. Una canción es un pensamiento, por lo tanto, es transferible. A las canciones de Sabina, yo las escucho en primera persona. Aspiro a que a la gente le pase lo mismo con alguna letra mía. A mi me hubiera gustado escribir alguna de las letras de Sabina, pero no hace falta, por eso es tan bueno ¿no?
En tu último disco grabaste con sesionistas. Vos siempre lo hacías con músicos amigos. ¿Qué diferencia encontraste?
Uno siempre desea grabar con músicos que reconoce y venera. Por otro lado, los músicos que siempre tocaron conmigo y yo mismo siempre intentamos ser como los músicos con los que grabé ahora. Para mí un rock o un ryhtm´n & blues es algo tocado por gente como ellos. Son unos rockers super referenciales. Por eso, no puedo evitar sentirme idiotamente consagrado por haber grabado con ellos. Estos tipos – Steve Jordan (batería), Charley Drayton (bajo), Chuck Rainey (bajo), Hugh Mac Cracken (guitarra), Eddie Martinez (guitarra), Marc Ribot (guitarra), Crusher Bennet (percusión)- son garantía, inspiración bien entendida, tradición y excelente sonido. Son músicos que siempre estaban en mis conversaciones con Joe Blaney (el productor), son nuestros músicos preferidos.
¿Los eligieron entre los dos?
No basta con elegirlos. Teóricamente un músico de sesión está esperando que alguien lo llame para trabajar. Pero, con estos tipos, no resulta tan fácil ponerse de acuerdo. A esta categoría de gente todavía le importa conocer el disco en el que están grabando. Hay otros músicos, que también son muy buenos, pero que graban para cualquiera. Los que yo elegí no son ni siquiera los mejores del momento, son los mejores de los últimos 30 años. Algunos son estrellas famosas y otros están en su casa lo más tranquilos. Muchos se interesaban en el proyecto cuando escuchaban quienes más iban a tocar en el disco. Se conocían más entre ellos que a mí.
En una entrevista dijiste que cuando empezaste querías ser sesionista, hoy sos una estrella de rock…
En realidad ser sesionista en la Argentina es un trabajo muy poco probable porque no hay muchas sesiones. En la Argentina ser músico de rock es tocar con tus compañeros. Cuando dije eso de ser sesionista acababa de llegar de Estados Unidos, donde muchos músicos son cesionistas y tienen trabajo. Cuando yo empecé a ser músico lo que quería era ser un músico que pudiera vivir de la música, y eso se acerca poco a la idea de ser sesionista. Per, en realidad, la mayoría de los músicos de acá queremos hacer nuestra música en el género que sea. Por eso, en la Argentina el músico es bastante artista.
En vez de sesionista sos solista y estrella de rock. ¿Qué cosas te incomodan de esos lugares?
Lo de ser solista no es un concepto tan egoísta como parece a primera vista. No siempre se corresponde con un deseo de verdadero protagonismo. Muchas veces es una etapa de transición, que hacés para salir de proyecto “degenerado” y entrar en otro. Te hacés solista también para buscar una mayor ilusión. Existe la vieja idea del músico de rock que dice “quiero tocar la guitarra y nada más”. Pero a mi me gusta ser un músico bastante más preocupado por todo, que entiende lo que hace: por qué suena lo que suena, cómo es la arquitectura de la música, cómo se la graba, etc.
Una vez Fito Páez dijo que en relación a sus músicos él era un demócrata monárquico. ¿Cómo sos vos?
Creo que hay tres clases de músicos: los que saben lo que tienen que tocar sin necesidad de decirles nada, los que entienden si les decís lo que tienen que tocar, y los que no saben que tocar ni aún cuando se los explicás. A mí me interesa tocar con músicos de primera categoría, aquellos que no necesitan ni siquiera una indicación. A mí me encanta estar en un grupo, sé que al final voy a volver a un grupo, aunque este no tenga nombre. Para tocar voy a buscar pares, gente a la que respete y me respete.
Te faltó contestar sobre las incomodidades que te genera el hecho de ser estrella de rock…
Lo de super estrella de rock tiene que ver un poco con la afición al rocanrol. Fijate que nosotros aprendemos a cantar y a escuchar canciones en otro idioma. Eso es verdaderamente música, rocanrol. Pensá otra cosa: ¿qué recordamos más de Jimi Hendrix? ¿las letras de sus canciones o su aspecto? Su aspecto, incluso más que su guitarra. Recordamos su imagen. El rock tiene que ver con muchas de estas cosas, eso es lo que lo hace diferente a otras músicas. Yo mantengo la fe en esas cosas. Y, por otro lado, me parece que la compañía de la gente y la identificación que la gente siente con uno -o sea, la fama- son cosas que no sólo hay que aceptar de buen grado (dentro de lo posible), sino que uno tiene que buscar. Pero eso no es sólo lo que hay que recibir a cambio, sobre todo en el rock donde el riesgo de fracaso es muy alto.
Tu vida cotidiana ¿cambió a raíz de tu fama?
No cambió en lo más mínimo, al menos hasta el último sándwich que comí esta tarde acá a la vuelta. Yo viajo mucho y sólo recibo el aplauso de la gente después de tocar una canción en un concierto. Mis momentos de gloria son en un concierto, por lo tanto son bastante legítimos y muy cercanos a la realidad. La gente sólo me molesta en circunstancias especiales, por ejemplo, a la salida de un show pero lo hacen para intentar estar más cerca mío. En la Argentina, un músico no se puede creer una estrella de Hollywood. De todas maneras, sabemos que algunos músicos y mucha gente de la televisión se creen estrellas de Hollywood porque salen en las mismas revistas que Bruce Willis. Y aparte, lo único que leen son ese tipo de revistas…
Por otro lado, las carreras de los rockeros argentinos tienen altos y bajos…
La música no siempre es un camino de ida, si fuera así sería perfecto porque ¿quién querría volver, no? Quiero decir: los músicos tenemos que contar con una especie de movimiento pendular en nuestra carrera profesional. Por eso, la fama no puede ser lo más importante para un músico –ni para nadie- pero es un aspecto del trabajo que hay que tener en cuenta. Lo que no hay que dejarse de preguntar es qué es lo que uno realmente quería mostrar. Esta es una cuestión muy delicada. De todas maneras, tal vez no tenga sentido analizar la fama más allá de lo halagosa que resulta.
Algunos rockeros suelen tener conflictos con la fama. Se incomodan, por ejemplo, cuando un tema suyo lo pasan hasta el hartazgo…
Todos los músicos argentinos sabemos que mucha de la música que nos gusta no nos habría hecho populares. Sin embargo, en la mayoría de los casos, creo que somos bastante fieles a lo que nos interesa. Lo que pasa es que si una canción sobresale por sobre las otras y suena todo el tiempo, el disco que uno tardó tanto tiempo en hacer se desarma. Esa única canción no es todo el disco. Un músico puede llegar a sentirse incómodo frente a eso. Hoy, el rock radial tiene una mecánica muy parecida a la de los años ´60, cuando los grupos entraban y grababan una sola canción. Pero esta mecánica no se corresponde con la forma de hacer discos en la actualidad. Cuando uno tiene un público más masivo, con gente más joven y más mujeres, es porque una canción se destacó del resto y ahí uno puede llegar a sentirse más bobo. Eso pasa: uno se siente más bobo.
Por otro lado los grupos que más se incomodan frente a esto suelen ser los que tienen una actitud antidiva y llevan en alto el llamado orgullo barrial. Y no te olvides que este, en teoría, es un gobierno peronista (se refiere al gobierno de Carlos Menen), y que en este país el nacionalismo mal entendido es algo muy característico.
¿Vos te enojás con tus temas de difusión?
A veces pasa. Muchas veces nuestras bromas musicales se convierten en hits. Sucedió con “Rock the Cashba” de The Clash, la primer canción del grupo que llegó alto en el crossover. En realidad, era una broma musical del baterista. También pasó con “Popotitos” de Serú Girán, “Mi perro dinamita” de Los Redondos y “Mucho mejor” de Los Rodriguez. Con Los Abuelos nos pasaba lo mismo, mis canciones tenían éxito, cuando nuestro auténtico potencial estaba en la poesía y en la voz de Miguel (Abuelo). Algunos pueden llegar a amargarse o a tener momentos de incomodidad en relación a esto, e inclusive, algunos músicos son tan honestos e íntegros que llegan a dudar sobre el valor de hacer música. “¿Vale la pena o no?” se preguntan.
¿Vos te lo preguntaste alguna vez?
Yo creo que siempre hay que dar. Pero tampoco hay que olvidarse de dónde viene uno y a dónde quiere ir. A esta altura también hay que saber que esto es un juego. Podría llegar a pasarme algo así si por ejemplo la Warner hace una campaña de difusión desopilante, pero a esta altura todo sigue un plan, ya no me pasan esas cosas.